La soberanía alimentaria es un concepto político proclamado por la Vía Campesina en el año 1996 durante la Cumbre Mundial de Alimentación, con la idea de oponerse al concepto de seguridad alimentaria planteado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés). En esa cumbre la FAO definió a la seguridad alimentaria como:
“a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”.1
Sin embargo, para la Vía Campesina este concepto no ponía de relieve las injusticias que dan origen al problema agrario y alimentario que se había gestado producto de las políticas neoliberales aplicadas durante las décadas anteriores, y que tuvieron como resultado el empobrecimiento de la clase campesina junto con el aumento sostenido de los niveles de pobreza y hambre a nivel mundial. Es así como, durante esa cumbre, la Soberanía Alimentaria fue proclamada como:
“el derecho de los pueblos, de sus Países o Uniones de Estados a definir su política agraria y alimentaria, sin dumping frente a países terceros”.2
En el mismo documento, que llevaba por título “Soberanía Alimentaria, un futuro sin hambre”, mencionaban explícitamente:
“el deseo de provocar debates en el seno de las organizaciones campesinas de todo el mundo, así como del resto de las organizaciones sociales, para consensuar posiciones y elaborar una propuesta alternativa sólida frente a las políticas neoliberales aplicadas en el sector agropecuario”3.
Esta propuesta incluye una serie de medidas como priorizar la producción agrícola local, el acceso de campesinas y campesinos a la tierra, el agua, las semillas y recursos económicos que les permitan trabajar y vivir de la tierra; así como también considera el derecho de los consumidores a decidir cómo quieren alimentarse y quiénes y cómo producirán esos alimentos. También se plantea que los países tienen derecho a protegerse de las importaciones agrícolas demasiado baratas y asegurar que los precios alcancen a cubrir los costos de producción y garanticen una vida digna en el campo. Para implementar estas políticas tanto productores como consumidores tienen un rol protagónico que cumplir por lo que el debate en torno a la soberanía alimentaria es central para toda la sociedad y debiese ser tan importante como el derecho a salud y educación de calidad.
Profundización del concepto
A contar del año 1996, esta propuesta ha sido ampliamente difundida y enriquecida por el debate dado tanto en espacios académicos como en los movimientos sociales, por lo que, en el año 2007 durante el Foro Mundial para la Soberanía Alimentaria en Malí, África, más de 500 asistentes pertenecientes a 80 organizaciones campesinas hacen publica la Declaración de Niélény; que clarifica aún más este concepto y proyecto político:
“La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. Nos ofrece una estrategia para resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y el régimen alimentario actual, y para encauzar los sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca para que pasen a estar gestionados por los productores y productoras locales. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca a la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, y los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Garantiza que los derechos de acceso y a la gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, nuestras aguas, nuestras semillas, nuestro ganado y la biodiversidad, estén en manos de aquellos que producimos los alimentos. La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y las mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.”4
Sin embargo, este concepto ha sido incorporado en el discurso de las élites e instituciones (como la FAO) siendo, en esas ocasiones, despojado de su carácter político y revolucionario. Por otra parte, la ciudadanía en general desconoce su historia y lo asocia al simple hecho de tener una huerta en casa y poder lograr cierto grado de autonomía en su alimentación, sin cuestionarse los determinantes históricos, políticos, sociales y ambientales que han configurado el panorama actual de la agricultura y la alimentación. Sin duda esta ignorancia respecto a conceptos que son básicos lleva a tener una visión distorsionada y superficial del problema, lo que evita llevar a la práctica acciones radicales que de verdad se orienten a reestructurar el sistema alimentario y aseguren el derecho humano a una alimentación suficiente, nutritiva y culturalmente apropiada para todas las personas. En este sentido, la práctica de la soberanía alimentaria significa ejercer de manera colectiva nuestro derecho a decidir qué producir, cómo comercializarlo y cómo consumirlo, lo cual irremediablemente nos lleva a cuestionar y confrontar las políticas estatales que continúan despojándonos de los bienes comunes como el agua, la tierra y las semillas; y que ponen cada día más lejos de nuestro alcance alimentos naturales diversos y agroecológicos.
La necesidad de la soberanía alimentaria
Dentro del complejo panorama sanitario y político actual, es indispensable que las y los promotores de un sistema alimentario agroecológico pongamos sobre la mesa la necesidad de proclamar el derecho a la Soberanía Alimentaria, los derechos de los campesinos y pescadores, el derecho a la alimentación adecuada y el derecho al agua, la tierra y las semillas como derechos humanos fundamentales. Sin esta base es imposible que el resto de los derechos humanos sean garantizados pues están en la base de la reproducción de la vida, el cuidado de la salud y el pleno desarrollo biopsicosocial de las personas. De la mano y a la par de estas reivindicaciones exigidas al Estado se encuentran las acciones concretas que llevemos a cabo en nuestros propios territorios para tejer la soberanía alimentaria desde abajo. En este sentido queda mucho por hacer y son fundamentales los procesos de autoformación popular de acceso libre, gratuito y gestionados al margen de las instituciones, conservando así el carácter autónomo del movimiento y evitando su instrumentalización y consecuente vaciamiento de contenido.
De acuerdo con esto, es preciso plantear aquí una crítica a aquellos activismos que, si bien no enmarcan dentro de movimientos por la Soberanía Alimentaria, es necesario diferenciarlos ya que se enfocan sólo en atender y minimizar algunas consecuencias del sistema agroindustrial, sin cuestionar sus causas ni crear alternativas efectivas para disminuir las alarmantes cifras de inseguridad alimentaria que, según informe SOFI 20204, afecta al menos a 2,9 millones de chilenas y chilenos. Un ejemplo claro son las iniciativas que se enfocan en minimizar el desperdicio de alimentos, ocultando que su origen radica en la sobreproducción y mercantilización de los alimentos, lo cual es propio del sistema capitalista en su fase neoliberal. Según las cifras de la FAO, un tercio de los alimentos son desperdiciados a lo largo de toda la cadena alimentaria y se estima que el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen directa o indirectamente de estas pérdidas. En este contexto, la sede de esta institución en Chile lanzó en 2019 la campaña “Salvemos la Comida” en alianza con la industria alimentaria, quienes se esmeran en responsabilizar a los consumidores con declaraciones como la hecha por el director de marketing de Unilever, Sebastián García:
“La campaña es un proyecto colaborativo público-privado para concientizar a todos los actores de la cadena alimentaria, pero particularmente a los consumidores, sobre el desperdicio de alimentos aptos para el consumo humano. La invitación es a poner atención en el proceso de compra, almacenamiento y preparación de los alimentos”.5
Por otra parte, ya en el año 2009 se había creado un cambio normativo que permite a las empresas eximirse de impuestos por los alimentos donados a instituciones sin fines de lucro, dando paso a la creación de 2 bancos de alimentos, uno en Santiago y otro en Concepción, los que tienen un alcance anual de 200.000 beneficiarios según informe de la ODEPA de 20176. Este tipo de políticas pintadas de verde y ayuda social perpetúan el asistencialismo propio de las instituciones y crean la falsa sensación de que se están tomando medidas para combatir el cambio climático mediante iniciativas creadas por los mismos responsables del problema. Esa mirada culposa, paternalista y desenfocada de la raíz de los problemas es lo que habitualmente promueve la industria a través de instituciones supuestamente imparciales, por lo que es necesario siempre considerar las conceptualizaciones que nos ha heredado La Vía Campesina quienes también definen a la Soberanía Alimentaria como:
“un proceso de construcción de movimientos sociales y una forma de empoderar a las personas para organizar sus sociedades para que los alimentos no sean una mercancía sino un derecho”7.
Esta postura nos impulsa a ser sujetas y sujetos activos por la transformación radical del sistema alimentario, de manera que nuestra alimentación deje de depender del mercado transnacional y pase a estar gestionada de manera autónoma por las comunidades locales. Hay países en todo el mundo que han adoptado la Soberanía Alimentaria como marco político; el primero fue Ecuador en 2009 y luego se sumaron Senegal, Mali, Bolivia, Nepal, Venezuela, Egipto, mientras Suiza se encuentra en proceso de reconocerla a nivel constitucional7. Sin duda esta diversidad de experiencias nos puede servir como guía, siempre y cuando consideremos nuestras propias particularidades sin asumir los conceptos planteados como una receta rígida. En este sentido la Vía Campesina plantea que:
“La Soberanía Alimentaria significa una transformación implícita de las relaciones fundamentales subyacentes en nuestras economías y sociedades. Esto implica que haya solidaridad entre pueblos en lugar de competencia, y el reconocimiento de nuestras responsabilidades mutuas. (…) No es una política en sí misma o una simple solución que sirva para todos y todas. Por el contrario, la Soberanía Alimentaria es un compromiso de las personas para hacer mejor las cosas trabajando, organizando y creando nuevas realidades de manera conjunta. La Soberanía Alimentaria está en la base de la acción humana y es, en sí misma, una celebración de nuestra humanidad colectiva.”7
Dada la profundización de la crisis sanitaria y alimentaria, encaminarnos hacia este objetivo se torna prioritario y urgente, y su logro dependerá de nuestra fuerza para recuperar el control social de los bienes naturales como el agua, la tierra y las semillas; así como de nuestra capacidad para escalar la agroecología y transformarla en un verdadero movimiento social capaz de abastecer a la población de alimentos inocuos, nutritivos y pertinentes a las realidades sociales y ambientales de cada territorio.
Carolina Agurto Flores. Nutricionistas por la Soberanía Alimentaria
Referencias:
- Proyecto Food Facility Honduras, FAO y Unión Europea (2011). Seguridad alimentaria y nutricional. Conceptos básicos. http://www.fao.org/3/a-at772s.pdf
- La Vía Campesina (2003). ¿Qué es la Soberanía Alimentaria? https://viacampesina.org/es/que-es-la-soberania-alimentaria/#:~:text=La%20soberan%C3%ADa%20alimentaria%20es%20el,dumping%20frente%20a%20pa%C3%ADses%20terceros.&text=el%20reconocimiento%20de%20los%20derechos,agr%C3%ADcola%20y%20en%20la%20alimentaci%C3%B3n.
- Público (2017). 16 de octubre. Día Internacional de la Soberanía Alimentaria de los Pueblos. https://blogs.publico.es/mundo-rural/2017/10/16/16-de-octubre-dia-internacional-de-la-soberania-alimentaria-de-los-pueblos/#_ftn7
- Foro Mundial para la Soberanía alimentaria. Niélény, en Malí, África (2007). https://www.semillas.org.co/es/foro-mundial-para-la-soberana-alimentaria-nilny-en-mal-frica#:~:text=Foro%20para%20la%20Soberan%C3%ADa%20Alimentaria,27%20de%20febrero%20de%202007&text=La%20soberan%C3%ADa%20alimentaria%20es%20el,propio%20sistema%20alimentario%20y%20productivo.
- FAO (2019). Salvemos la comida: la campaña que busca frenar el desperdicio de alimentos. http://www.fao.org/chile/noticias/detail-events/es/c/1208158/
- Pérdidas y desperdicio de alimentos (2017). https://www.odepa.gob.cl/wp-content/uploads/2017/12/residuosFinal-1.pdf
- European Coordination Via Campesina (2018). ¡Soberanía Alimentaria YA!. https://viacampesina.org/en/wp-content/uploads/sites/2/2018/02/Food-Sovereignty-a-guide-ES-version-low-res.pdf
- FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF (2020). El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020. Transformación de los sistemas alimentarios para que promuevan dietas asequibles y saludables. Roma, FAO. https://doi.org/10.4060/ca9692es
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