De acuerdo con datos de la CONAF del año 2016, casi el 22% del país tiene algún grado de riesgo de desertificación. Lo que representa aproximadamente 16.379.342 hectáreas lo que equivale a la superficie de las regiones de Atacama y O’Higgins juntas. Sin embargo, ese 22% se eleva al 76% de la superficie de Chile si es que se suman desertificación, erosión y degradación de suelos.
Durante la última década las precipitaciones han disminuido cerca de 30% entre Coquimbo y la Araucanía, Lo que sumado al aumento gradual de temperaturas observado desde los años 70 en la zona norte y centro del país, instala desafíos inéditos para Chile en términos hídricos.
¿Qué hacer ante la Desertificación y la Sequía de Chile?
“Cada 17 de junio celebramos el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. Esta fecha nos brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles”. Con estas palabras las Naciones Unidas indican el motivo de la conmemoración en su sitio oficial. En él también hacen ahínco en la necesidad de abordar el tema sobre todo en contexto de pandemia.
“La materia requiere una importante atención aún más especial en estos tiempos, considerando la situación de COVID-19. Acciones basadas en la comprensión clara de los derechos, recompensas y responsabilidades en la gestión de la tierra puede ayudar a abordar las consecuencias de COVID-19 al abordar uno de los principales factores ambientales de los brotes emergentes de enfermedades infecciosas como es la pérdida de biodiversidad. Al mismo tiempo, fortalecer la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios e hídricos puede ayudar a reducir los efectos de la pandemia en la pobreza mundial y la inseguridad alimentaria”, aseguran. “Hoy, el lema “ Suelo sano = gente sana”, promovido por la Convención para Combatir la Desertificación, es más cierto que nunca”, finalizan.
“En la práctica, solo si se considera la situación de desertificación, casi el 38% de los habitantes de Chile, es decir, casi siete millones de personas, están siendo directamente afectados por un proceso que lo único que hace es agravarse más y más”, señaló Mauricio Ceballos, director de Campañas de Greenpeace Chile.
Desde la organización señalaron que si bien hasta ahora el proceso de desertificación se ha estudiado poniendo el acento en los efectos en la actividad productiva; esa mirada en un contexto de cambio climático y sequía debe dar paso a evaluar los usos que se le está dando hoy a nuestra superficie como elementos que han agravado la situación.
“El modelo de gestión y manejo que le hemos dado a la poca agua de la que disponemos ha permitido el avance descontrolado de una serie de actividades productivas que no solo consumen enormes cantidades de agua. Sino que aceleran y están extendiendo la desertificación en el país. Es evidente la relación que existe entre la desertificación y el modelo de manejo y propiedad que hoy tiene el agua en Chile”, sostuvieron desde Greenpeace.
Desafíos para Chile en materia de Sequía
Para Trevor Walter, coordinador de Paisajes Terrestres de WWF Chile este complejo panorama responde a un fenómeno global. Además que en el caso específico de la sequía en Chile se explica en un 25% a causa del cambio climático generado por el ser humano. “En estos momentos es crítico que nos sumemos y aumentemos la ambición de nuestras acciones que buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y descarbonizar nuestra economía, teniendo como meta que el aumento de las temperaturas no supere los 1.5° en relación a los niveles preindustriales”, comentó el experto.
Junto con estos compromisos, y ahora con miras a la adaptación al cambio climático y sus efectos, como la escasez hídrica, Trevor Walter enfatizó la importancia del bosque nativo en la provisión de agua. “La restauración de bosques es una de las llamadas soluciones basadas en la naturaleza que nos puede ayudar a resistir de mejor forma los embates climáticos. Principalmente porque propicia un mayor almacenamiento y distribución de los caudales durante el año. Ello debido a que el bosque tiene un efecto similar a una esponja; que almacena agua en invierno y la va entregando en forma paulatina durante el verano”, explicó. “Y si bien tanto la reducción de emisiones como la restauración son acciones de largo plazo, las decisiones para que avancen con fuerza deben tomarse en forma urgente hoy”, agregó.
¿Qué se hace actualmente con la desertificación?
En esta línea, actualmente se implementa el proyecto “Desarrollo de alianzas para la gestión de la restauración de bosques a escala de paisaje en Nahuelbuta”. La instancia fue financiada por la Unión Europea, y ejecutado por el Gobierno regional del Biobío, la Asociación de Municipalidades de la Región del Biobío (AMRBB), Fundación Nahuelbuta y WWF Chile. Su objetivo busca justamente promover la restauración de bosques y las alianzas para ello. Se espera que esto también genere beneficios socioeconómicos a nivel local, así como recuperación de tierras degradas y servicios ecosistémicos.
Además, desde el año pasado se impulsa un Plan Nacional de Restauración, liderado por los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente, el cual también es apoyado por WWF Chile. “Nos interesa que este plan avance y pueda comprometer a más personas, organizaciones y empresas, de modo de lograr la meta de 500 mil hectáreas restauradas al 2030. Cifra que como WWF estimamos que necesita el país en este ámbito y como aporte a sus compromisos contra el cambio climático”, indicó Walter.
Impactos
El alza de temperaturas provoca que el agua se evapore más rápidamente en las zonas cubiertas por nieve, cultivos, vegetación natural, y en embalses y lagos. El ejemplo más dramático de este fenómeno ha sido el secamiento de la laguna de Aculeo, en la región Metropolitana. Lamentablemente, sostiene Trevor Walter, estos hechos podrían continuar. Así incrementándose la ocurrencia de sequías, como la actual, y aumentando la desertificación de la zona centro y sur de Chile.
“En términos geográficos, el impacto en Chile es mucho más marcado de norte a sur, donde zonas áridas y semiáridas están fuertemente afectadas. Además, esta escasez está en expansión. Por ejemplo, hace unas décadas era impensable que en comunas de la región de Los Ríos, por ejemplo, se repartiera agua en camiones aljibes a comunidades rurales en verano. Y eso hoy es una realidad”, agregó el profesional, destacando que además de los compromisos climáticos y la restauración de bosques, es necesario introducir mejoras en la gobernanza del agua en Chile.
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