En Chile 3% del territorio nacional se compone por las turberas y humedales. Es decir, aproximadamente 4 millones 600 mil hectáreas según CONAF. De estos ecosistemas cerca del 70% están ubicados en la Patagonia Chilena, abarcando desde la región de Los Ríos hasta el Cabo de Hornos en la Región de Magallanes.
Patagonia es una de las últimas regiones del mundo donde crecen aún turberas y humedales intactos y en condiciones prístinas. Chile ha firmado algunos tratados que comprometen la protección de estos ecosistemas. El más importante de ellos es la Convención Ramsar y el Protocolo de Kioto. Sin embargo, las consecuencias ecológicas son un tema menor frente a las actividades productivas del país. Debido a ello, las catástrofres ambientales son frecuentes. Por ejemplo en 2016, la masiva ocurrencia de “Marea Roja” en Chiloé, fruto de la eutroficación producida por la industria salmonera (National Geographic, 2016) o la contaminación del agua potable en la capital Santiago (FSRN, 2016). La destrucción progresiva de los ecosistemas de humedales y turberas es un punto más en la lista .
Tal como lo señalamos en el Boletín 1610 del Grupo Internacional por la Conservación de las Turberas (IMCG), debido al aislamiento geográfico, las turberas de la Patagonia Chilena, principalmente formadas por el musgo Sphagnum magellanicum y las plantas vasculares Astelia pumila, Donatia fascicularis y Marsiposppermum grandiflorum, habían permanecido hasta hace pocos años protegidas de la contaminación industrial y las iniciativas de explotación tanto de turba (para uso minero) como de musgos (para uso hortícola).
Pero esa situación está cambiando rápidamente. En especial en la región de Magallanes, donde de acuerdo a cálculos recientes (Domínguez & Vega-Valdéz, 2015) existen cerca de 269.545 hectáreas de turberas de musgo Sphagnum magellanicum, también conocido como pompón por su estructura (Fig. 1). Esta es una de las principales especies formadoras de turba en las turberas de la Patagonia Chilena.
Daños a las turberas
El Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) desde hace más de dos años que mediante talleres, boletines y charlas, promueve la cosecha y comercialización de este musgo, para su venta como insumo hortícola a países como Taiwan, Holanda y Canadá. Ello a pesar de que, según sus propios experimentos de renaturización, el INIA registró un rango de crecimiento del Sphagnum magellanicum de 2 a 5 mm año-1 al aire libre (Domínguez & Larraín, 2013). Según este rango, un manejo sustentable del musgo pompon sólo podría ser realizado si las áreas de cosecha son dejadas en reposo por entre 30 a 75 años -tiempo necesario para que las hebras de Sphagnum magellanicum alcancen su tamaño de cosecha de 15 cm de largo-. Como mencionamos en la sección sobre las turberas y su importancia, las turberas se forman gracias a la acumulación de la turba; la cual se compone de los restos de plantas que crecen en el ecosistema y que se acumulan en sus suelos húmedos en estado semidecompuesto. Al extraer el musgo Sphagnum de las turberas formadas por esa especie, se está alterando -e incluso anulando- el lento proceso de formación y acumulación de turba.
Así mismo, al extraer la capa vegetal viva formada por el musgo, la turba húmeda queda a la interperie expuesta al fuerte viento de Patagonia; y en zonas costeras y montañosas , al spray de mar, perdiendo humedad y sanilizándose. Esa turba expuesta se seca y se comprime, perdiendo su volumen, su porosidad, y consecuentemente su capacidad de almacenar agua. En condiciones de menor humedad, micro-organismos y bacterias aeróbicos colonizan la turba, acelerando su decomposición y tranformándo en dióxido de carbono (CO2) el valioso carbono orgánico (Corg) antes almacenado en ella bajo condiciones anaeróbicas. En humedales y turberas cuya vegetación, hidrología o química han sido alteradas, ocurren cambios ecológicos casi irreversibles, como la eutroficación o la instalación de especies exóticas que cambiarán parcial o completamente el carácter del sitio.
Por otro lado, el ministerio de Minería define la turba como un “recurso mineral no metálico” (Código de Minería, 1983). Puesto que en Chile los recursos mineros potencialmente explotables tiene preferencia por sobre las regulaciones ambientales, la Secretaría Regional Ministerial de Minería promueve activamente la investigación y la inversión en la explotación de la turba como recurso minero en Magallanes. En julio de 2015 el Ministerio de Minería firmó un acuerdo con la World Conservation Society (WCS), quienes administran el Parque Natural Karukinka en la Isla Grande de Tierra del Fuego (Minería, 2015). Cerca de 10% de las turberas de Magallanes están en ese parque (25.000 hectáreas aprox.) El acuerdo especifica que las turberas prístina de Karukinka sólo pueden ser usadas para fines investigativos o para minería bajo condiciones específicas. Lamentablemente, el resto de las turberas que existen en la Patagonia Chilena fueron excluídos del acuerdo y podrían ser eventualmente explotadas.
En Magallanes las turberas prístina son ecosistemas cruciales en la retención del agua dulce en el paisaje, un recurso cada vez más escaso en esas latitudes. Algunas secciones de esos ecosistemas están formados por bosques siempre verdes, Pilgerodendron uviferum (Ciprés de las Guaitecas), permitiendo así mismo un mosaico de habitats para especies amenazadas como el Buho Con-con (Strix rufipes) (comunicación de José Díaz-Tavié, 2016).
Pero en la provincia de Última Esperanza, una de las que presenta mayor presencia de turberas prístinas (Ruiz & Doberti, 2005), el Ministerio de Obras Públicas -MOP- protagoniza desde 2016 la construcción de un camino que conectará las localidades de Seno Obstrucción y Río Pérez (Fig. 2)
- El curso planeado del camino dividirá en dos piezas uno de los más grandes complejos de turberas prístinas de la provincia. (Fig. 3). Este camino, además de facilitar la expansión de la industria salmonera y de extracción del carbón en la región, inducirá la explotación de turba en una zona hasta hoy inalterada.
Efectos nocivos en las turberas
Efectos destructivos en turberas ya han sido registrados tras la construcción de la Carretera Austral en la Región de Aysén en Chile. Su construcción significó la división y alteración hidrológica de cerca de 6 mil hectáreas de turberas (Fig. 4) y la remoción de estratos de turba para la extracción de áridos. Así mismo, significó el drenaje o inindación de áreas afectadas con tremendos desbalances ecológicos (Rodríguez, 2015).
Estos antecedentes demuestran que Chile no está aplicando de manera seria las regulaciones relacionadas con la protección de las turberas y que la importancia de estos ecosistemas está siendo ignorada por las autoridades.
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