La mayoría de los gobiernos de América Latina, región que se destaca por ser la gran productora mundial de alimentos, descuidan el hecho de que la desaparición de un pequeño insecto podría contribuir al colapso total de su economía. Las naciones latinoamericanas parecen no estar concentradas en evitar la extinción de las abejas; que aseguran la supervivencia de los seres humanos al encargarse de la polinización de la mayoría de los cultivos en el mundo.
La falta de regulación por parte de los gobiernos con respecto a los agrotóxicos permitió que muriera, entre 2018 y 2019, el 56,1 por ciento de las colmenas en Chile; el 45 por ciento en Venezuela y el 45 por ciento en Colombia.
Les siguieron en pérdida de colonias de abejas Brasil (41 por ciento); Argentina (34 por ciento); Bolivia (30 por ciento); Paraguay (30 por ciento); Uruguay (27 por ciento); México (17 por ciento); Ecuador (12,6 por ciento), y Perú (12,6 por ciento), según datos de la Sociedad Latinoamericana de Investigación en Abejas.
La ignorada extinción de las abejas
El tema ha sido tan fuertemente ignorado por las sociedades latinoamericanas que incluso hay escasez de datos sobre esta problemática en la región; recién en 2017 la Sociedad Latinoamericana de Investigación de Abejas realizó el primer censo de mortandad de colmenas ante la falta de cifras oficiales.
El problema cobró especial relevancia este año, cuando se conmemoró el Día Mundial de las Abejas, que busca generar conciencia en la sociedad sobre el hecho de que casi el 90 por ciento de las plantas con flores dependen de este insecto para reproducirse.
“En América Latina se está viendo muchísimo este ataque a las abejas porque no hay una conciencia más cuidadosa del medio ambiente”, dijo a Sputnik el rescatista de abejas uruguayo Libre López.
El experto, que se dedica a rescatar de forma gratuita a colmenas en Villa Serrana (sur de Uruguay), subrayó el peligro que significa el propagado uso de pesticidas, muchas veces aplicados por empleados de establecimientos rurales sin conocimientos técnicos o cuidados especiales.
“Tienen la filosofía de que si le echan un poco más queda mejor, pero a veces, por milímetros de diferencia de los que son medidas y de las formas de diluir los pesticidas, se pasan para el otro lado y contaminan muchísimo a las plantas, las abejas, las praderas y el ambiente”, dijo.
López añadió que los agrotóxicos además son arrastrados por la lluvia y el viento, lo que termina afectando también a las abejas. “Antes se trabajaba de forma más natura”, lamentó.
Hambre
La extinción de las abejas no solo significaría un desequilibrio para el ecosistema, sino que también dispararía el hambre en el mundo por pérdidas de plantaciones.
Las abejas se encargan de la polinización del 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo, y el beneficio económico global de esta labor arroja más de 290.000 millones de dólares, según datos de la organización ambientalista Greenpeace.
Se calcula que el año pasado, a nivel mundial, existían 20.000 especies de abejas silvestres. Sin embargo, según la Real Sociedad de Geografía de Londres y el Earthwatch, debido a los pesticidas y a la deforestación, el 90 por ciento de esta especie de insectos han desaparecido, lo que las sitúa en grave peligro de extinción.
“Está en riesgo la subsistencia mundial con el ataque que se le está haciendo a las abejas. Este tema actualmente ya es un serio problema, no es algo que nos pueda pasar en 10 años, ya está pasando ahora; en este momento están muriendo colmenas en todas partes del mundo”, alertó López.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que, en los últimos 15 años, la población de abejas a nivel mundial ha disminuido hasta en 20 por ciento.
Enemigos
Una de las amenazas más importantes para las abejas son los plaguicidas y herbicidas utilizados en la agricultura. Estas sustancias químicas afectan el sistema nervioso central de las abejas y otros insectos polinizadores y pueden provocar el envenenamiento agudo y crónico, tanto individualmente como en colonias enteras.
Además, el ácaro ectoparásito invasivo Varroa destructor y el hongo Nosema ceranae constituyen un peligro serio para la apicultura en todo el mundo. La capacidad de las abejas para resistir enfermedades y parásitos parece estar influida por varios factores, en especial, su estado nutricional y su exposición a sustancias químicas tóxicas. Algunos plaguicidas, por ejemplo, parecen debilitar a las abejas, que se hacen más sensibles a la infección y a los parásitos.
Además, el aumento de las temperaturas o la modificación de los fenómenos meteorológicos, causados por el cambio climático, tienen impacto en las las abejas.
López también advirtió que las ondas de los celulares y otros electrodomésticos dañan a la especie. Además, indicó que el monocultivo atenta contra ellas. Esto porque la abeja no tiene diversidad en la floración, en el néctar y en el polen que recogen.
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Extinción de las abejas: invisibilización
Por otro lado, López sostuvo que este tema está invisibilizado, ya que la mayoría de la población mundial vive en las ciudades y desconoce las realidades del campo.
Asimismo, resaltó que las abejas son “criaturas increíbles” y que la sociedad debería de aprender de su sistema de vida, comunicación y forma de ser.
“La abeja tiene tanto derecho a vivir en el mundo como nosotros o cualquier otra criatura. No habría que discriminarla o tratarla de forma diferente por miedo o por ignorancia, dos factores que hacen que una persona termine aniquilando a una colmena entera. Cada abeja, cuando te pica, se suicida, entonces prefiere evitarlo. Si la gente, cuando las ve, las deja tranquilas, el 99 por ciento de las veces la abeja no va a molestar a la persona“, señaló.
Una abeja visita a 2.000 flores por día, y a lo largo de su vida recorre 800 kilómetros. Además, puede recordar rasgos en el paisaje, por eso saben dónde están sus colmenas.
Escrito por Lucía Barrios (Sputnik)
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