El algodón químico mata. Parece una sentencia bastante fuerte a la hora de escucharla o leerla, sin embargo, es una realidad. La producción mundial de algodón está lejos de la blancura y suavidad con la que se asocia este producto. De hecho, los campos donde crece son rociados constantemente con fuertes químicos que no sólo se impregnan en la tierra, sino también en el cuerpo de las personas, afectando su calidad de vida.
Por si fuera poco, en paralelo al gran crecimiento de la industria de este tipo de algodón, se ha sumado el desarrollo de semillas genéticamente modificadas; las que son resistentes a peligrosas sustancias. Según un informe de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer en la Organización Mundial de la Salud, el algodón no orgánico presenta resistencia al glifosato y otros químicos. Cabe señalar que el herbicida glifosato y el insecticida malatión y diazinón se clasificaron como probablemente carcinogénicos para los humanos.
Sustancias dañinas para el organismo en el algodón
Si bien, las plantaciones de algodón químico corresponde a menos del 2.5% de las tierras de cultivo a nivel mundial, se estima que reciben del 16 al 25% de todos los insecticidas, 10% de todos los pesticidas y el 7% de todos los herbicidas que existen en el mercado. Cabe señalar que la mayoría de estas sustancias son altamente peligrosas para la salud.
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer cuenta con más de 800 estudios que respaldan el vínculo entre la utilización de este producto y la proliferación de la enfermedad.
Este poderoso plaguicida, no sólo afecta a las personas que tienen contacto directo en los campos. Además, atraviesa la placenta dañando al feto y, por lo demás, es tan resistente que nunca desaparece de la tierra, sino que se acumula intoxicando al medio ambiente y a quienes viven en las localidades cercanas a los cultivos.
Por otra parte, estos químicos se mezclan con los que se utilizan en la fabricación de hilos y hebras para fabricar ropa, los que son tan tóxicos como los que se usan en las plantaciones. ¿Qué hacer entonces?
Con información de Consuelo Rehbein