No es nada fácil, sobre todo cuando existe el individualismo, o esas concepciones del “artista” salidas de las academias, o curadores del mercado del arte. Pero se puede, y quedó plenamente demostrado en la Escuelita Campesina del pueblito de Curaco de Vélez, de 4 mil habitantes, ubicada a mil 197 kilómetros al sur de Santiago de Chile, entre las islas del archipiélago de Chiloé, lindo no.
Pues hasta ahí llegamos, mostrando, que cuando muchas manos se juntan, y piensan en común, con sus propios medios, es decir, su cuerpo, sentimientos, y la extensión de los brazos, transformados en lápices, gomas, brochas, pinceles y concentración, se puede.
Creando un mural colectivo
Este mural fue realizado entre chicos y chicas de 8 años, hasta adultos de más de setenta años, bajo la concepción de hacerlo en colectivo. La Escuelita Campesina de Curaco de Vélez tiene una iniciativa autónoma y autogestionada para ejercer los saberes, en un encuentro que se realizó en tres jornadas consecutivas para compartir estos conocimientos.
Trabajo mural dirigido por Paulina Veloso, que primero nos explicó a los 12 participantes, que cada uno plasmara un boceto en una hoja, de cómo sería su mural, pensando en: naturaleza, respeto a la vida, salud, y transformación. Se devolvieron 12 dibujos, que se discutieron entre todas y todos, se eligió lo central, y en conjunto se realizó un otro boceto común, al cual se le sumaron ideas, que fue, donde empezó la magia, hacedora de una imagen que nos involucraba. El boceto se cuadriculó en base a la regla de tres, se cuadriculó el muro, se traspasó el dibujo, y entre varias, muchas diversas manos, estilos, conversaciones, escuchas bajones, risas o trancas, fue fluyendo la capacidad de ponerle color a la vida, y fue apareciendo un paisaje nuevo, nacido no más del permiso de hacerlo.
En esa tremenda jornada, en cuyo selio se hizo el mural, pero acompañado además de lanzamientos de libros, desayunos, costuras, charlas y bailes… con compañeros como los Tinkus Legua, la Casa Roja de la Serena, Chilotes, y habitantes de estas otras realidades, involucrados en un proceso profundo de construcción, que tienen el corazón bien puesto y muy claro sus latidos. Regresamos pensando, en la proyección de otras jornadas imparables por ese otro Chile que viene por abajo y despacito. Nos despedimos para seguir volviendo.
PD: Y memorando en murales, en estos tiempos y los de antes, recordado a los muchos, compañeras, que se les fue la vida, tirando colores para plasmar, simplemente, la vida que querían para sus pueblos.
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