En la autopista Panamericana Sur, al pasar por Paine, los álamos son cruciales. Pero es llegando a la pasarela que marca el kilómetro 41,5 -donde David y Goliat se juntan- que las grandes alamedas no se abren, sino que desaparecen. Al ver el primer peladero de naturaleza, dicen, se sabe la inminencia de llegar al ‘Callejón 7’. La zona no tiene álamos por el ala norte desde 2003 en un tramo de 1 kilómetro. Y desde 2016 hay aún menos árboles, cuando el Servicio de Evaluación Ambiental aprobó la expansión de la semillera de su industria vecina. Ese es el primer protagonista, antagonista, tramoya y todos los papeles de la obra que se monta hace 16 años. Es Monsanto en Paine.
La industria tiene como escenario principal un camino de tan sólo 800 metros. En él 15 familias del ‘Callejón 7’ pelean, se tragan y, de un tiempo a esta parte, se mastican, con una vecina que llegó repentinamente y les ha cambiado la vida. Se trata de Monsanto – Bayer, un pulpo con más de 100 años de trayectoria, nacido en Estados Unidos vendiendo armas químicas y sacarina y que perdió tres históricos juicios por generar cáncer a través de los plaguicidas de sus cultivos, que acumulan 5 mil denuncias. Estos mismos químicos son los utilizados en la planta de Paine, que no es cualquiera, sino la más grande del país y Latinoamérica.

El lobby de esta empresa va más allá del Congreso, donde no teme intervenir para que parlamentarios sigan sus intereses a través de exposiciones en las comisiones de agricultura. Tal como lo hicieron en mayo de 2018 previo a la aprobación del TPP-11 en la cámara de diputados. Incluso más allá de los puestos a los que los directivos escalan en cuanto al gremio agricultor. Monsanto se ha caracterizado en el mundo, en los más de 60 países en que está presente, por querer mantener todo controlado.
Y la situación no es distinta en cada comunidad. Si desde Santiago Claudio Torres De La Barra es encargado, amo y señor de Monsanto en Chile en su oficina en Las Condes, necesita naturalmente cabecillas por sede. En Paine el gerente de la planta se encarga de “mantener contentos” a los vecinos del Callejón 7 poniente y las preocupaciones saltan desde Recursos Humanos hasta lo más práctico.
Estas 15 familias se han convertido en el patio trasero de la empresa, que a su vez tienen como patio trasero por el sur a las instalaciones de Pionner, que desde hace unos años juegan con transgenia además de autos y lavadoras. Pero es un patio bien cuidado, según los mismo vecinos. Y es que ya no hay discusiones, no hay piedrazos a la planta como los años que vinieron a su instalación. Ahora la empresa aprendió a hablar el idioma de la RSE (Responsabilidad Social Empresarial) y a través de fiestas de navidad, cursos de formación en materias como enfermería y cenas con capacitación, la transnacional lo da todo por ganarse los pobladores.
Los “Regaloneos” de Monsanto en Paine
La invitación es personalizada y pasa casa por casa. Las llamadas “niñas” descritas por los vecinos se bajan de camionetas con el logo de Monsanto – Bayer y les entregan el sobre: cada uno tiene su nombre y en texto el lugar de la cita donde serán “regaloneados” . “Nos han invitado a hacer primeros auxilios, a aprender cómo usar los extintores y nos han hecho reuniones para contarnos qué trabajos hacen en la planta”, dice Paulina Cabrera, habitante del Callejón y trabajadora de una fábrica de miel en la misma calle. Y son con todo lujo: describe las actividades como “super buenas” y los “esperan con un pequeño cóctel, tienen juegos para los niños y les hacen regalos”, además de las charlas.
-¿Y qué le cuentan en las charlas?
– El sistema que trabajan no más, yo realmente no he entendido mucho. Pero no cuentan de fondo lo que es, sino que dicen que tenemos una parcela, que aquí procesamos, y nada más.
– ¿Usted sabe qué es un transgénico?
Sí hablan de eso pero yo no les entiendo, porque hablan en idioma de ellos. Yo tengo poco estudio pero ellos son muy técnicos pa’ hablar. Lo que sé es que nos intentaron hacer una vereda porque en el invierno se hace un barrial y fue de pura gravilla. Todo el costado de ellos, y a nosotros, a mí personalmente me ofrecieron ayuda porque yo tengo un nieto que es prematuro extremo y nos ofrecieron máquinas. Al final fue la “muni” quien pagó pero ellos me la habían ofrecido.
¿Y ha escuchado sobre el daño que hacen?
Sí, pero soy ignorante en el daño que hacen. A mí no me hacen daño, porque si yo necesito algo le digo al Francisco y corre.
Habla de Francisco Araya, gerente general de la planta Paine. Vínculo directo a la comunidad.
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Glifosato
El galpón de la miel en que Paulina trabaja 9 horas al día está ubicado entre un par de residenciales y acumula cientos de tarros de miel con envase y etiqueta genérica. Imposible de distinguir de cualquier otra común y silvestre. Al frente, en el terreno donde una pareja de haitianos vive, también lo hacen las abejas en sus soluciones habitacionales blancas. Algo así como a unos 15 metros de los predios en que fumigan con glifosato.
Glifosato hay en todos lados. Es un herbicida “no selectivo de amplio espectro” para matar principalmente plantas no deseadas como pastos anuales y perennes, hierbas de hoja ancha y especies leñosas. Ingerir una cantidad suficiente de este químico puede causar la muerte, con letalidad del 3% a 30%, según un estudio publicado en Revistas CES. Además el año 2018 un estudio del The Enviromental Working Group (EWG) comprobó que el químico está presente en cantidades peligrosas en al menos 45 cereales populares, de la talla de Cheerios, Quaker Chile y Nature Valley.
Y para quienes lo distribuyen el peligro es aún peor. La Organización Internacional de las Uniones de Consumidores, “refieren que cada cuatro horas muere un agricultor por intoxicación aguda debida a plaguicidas, estimando aproximadamente 10 mil defunciones por año”. Por ello Monsanto lleva tres demandas perdidas, y más de 13 mil 400 están esperando salir ganadoras. Edwin Hardeman, Dewayne Johnson y la pareja de ancianos Alva y Alberta Pilliod se atrevieron a enfrentar a la justicia a pesar del fuerte lobby que recibieron para no hacerlo y para solucionar con dinero la falta. Pero ninguno accedió, primero porque el dinero que obtendrían tras ganar la demanda sería mucho más. Segundo porque la victoria era moral, ya que ningún peso de Monsanto ni de nadie serviría para arreglar el daño hecho: cáncer terminal. Johnson, de hecho, temió morir antes de ganar la demanda.
Pedir y obtener de Monsanto
Volviendo al punto, Paulina no es la única con este beneficio tan exclusivo, o que así lo aparenta, que es pedir y obtener de Monsanto. También lo hace Jimena Bravo, vecina de “la entrada”.
Ladran cuatro perros en su casa y pronto los hace callar. Tienen que callarse, no sólo por la visita, sino porque molestan al “Tommy”, que viene corriendo tras la falda celeste de su tía. Antes que su voz, deja escuchar su respiración a través de un tubo en su garganta. A sus cortos seis años sufre las consecuencias de nacer prematuro de cinco meses.
“Una vez no tenía luz y llegaron los de Monsanto con un generador. Y cualquier cosa ellos están pendientes del Tommy. Se portan bien pero al final hacen cosas malas”.
¿Y por qué crees que hacen eso?
Me imagino que se deben sentir culpables por todo lo que hacen y me imagino que esto es lo mismo. Por acá hay un WhatsApp donde está integrado uno de los jefes de la Monsanto y nos dicen que hablemos siempre que necesitemos algo y aquí estarán.
A pesar de la presunta amabilidad, la comunidad no cree. No todo está perdido. Paine ha sido sede de la marcha nacional organizada en sintonía a otros 100 países contra Monsanto, siendo el Comité por la Defensa de Paine quien lleva las riendas y no todos en el Callejón están convencidos ni conformes con su “ayuda”.
“Mi hijo dice que son malos, que sus plantas no sirven para plantarlas dos veces sino una pura vez. Él está en contra de Monsanto, le gusta todo natural, no lo transgénico. Por lo que me ha dicho mi hijo a mí no me gustan por el hecho de que después no va a haber fruta, y no va a tener sabor”, cuenta Jimena sobre la semilla de resistencia que crece en su hijo mayor, Víctor.
El gran hotel donde se quedan los accionistas de Monsanto
La casa rural no es la única arquitectura del callejón, aunque sí la gran mayoría. Llegando al fondo y doblando bruscamente a la derecha -como suele hacerlo Diego Vergara, alcalde de Paine- se encuentra el Hotel El Almendro. Un edificio de cinco pisos, pequeño y que no parece ser la sede de los ejecutivos nacionales e internacionales de Monsanto, cuando van a la planta. “Acá se vienen a quedar los dueños”, comenta Nuria, una de las cinco responsables del aseo en el hotel.
“He escuchado hablar de la Monsanto. Que es buena para trabajar, pagan bien, buenos tratos, pero hay muchas personas que hablan mal de la Monsanto, dicen que hacen daño, que deberían irse”
– ¿Y usted cree que deberían irse?
“Hubieron muchas protestas, pero por lo menos a mí no me han hecho nada, así que no”, responde afirmando con fuerza su escoba. Nuria además confirma que la campaña de relaciones públicas se centra en la comunidad inmediatamente aledaña ya que donde ella vive, al centro de Paine, “no hacen nada. Nunca he escuchado que estén haciendo una actividad allá. Aquí se quedan los patrones pero nunca nos han dicho chiquillas vamos a hacer una actividad ni nos han invitado”. Pero a pesar de que el Callejón 7 es el centro de los vínculos de Monsanto en Paine, no es el único foco.
Resistencia
Llegamos al final de la calle y lo que parece no haber es resistencia. Pero eso no quiere decir que no haya existido nunca. A pesar de lo expedito del permiso que entregó a la empresa el Comité de Aprobación de Transgénicos del Servicio Agrícola y Ganadero, los vecinos del Callejón no se la hicieron tan fácil a la transnacional.
“Toda la reja lateral era de muro y cuando llegaron la gente se las botaba, les apedreaba las camionetas que tenían en la orilla”, narra Paulina mientras llena un pote plástico con miel. Ella misma fue parte de la protesta, pero con una pregunta crucial. “Yo un día les dije que si no tenían nada que esconder sacaran el muro para que pudiéramos ver”. Hoy una reja electrificada que deja ver la totalidad de los campos se alza en la calle de gravilla que hay que cruzar obligatoriamente para llegar a cualquier casa. Gravilla que, por cierto, fue un proyecto de mejoramiento urbano entregado por Monsanto a los vecinos, con la venia de la Municipalidad de Paine.

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