Es una certeza que la poesía no tiene calendario ni reloj, que traspasa fronteras que a veces no tienen sentido -como competir por quién lee más rápido-. Bajo esa afirmación dubitativa de mi persona, la poesía china por razones mágicas se adentra en cualquier cultura del mundo. Li Bai es un poeta chino que vivió durante la dinastía Tang. Y pese a que su poesía tiene más de 1000 años, aún causa sorpresa en cualquier sensible y empedernido lector o lectora.
Li Bai, Manantial de vino
En 2016, la editorial Hiperión publica Manantial de vino, un libro esplendido si lo admiramos como objeto, ya que es bilingüe de la forma más respetuosa y exquisita. Nos muestra la simbología del idioma chino y contiene un prólogo explicativo para acercarnos a la acentuación y musicalidad de los versos de este poeta. En este sentido, el libro nos invita a estar en constante concentración, para así descubrir la compleja pero fascinante estructura del idioma chino.

La poesía de Li Bai tiene la particularidad de maravillarse con la naturaleza, de estar atento a los alrededores, como la fascinación que tiene un niño al descubrir algo nuevo en el mundo. Es una poesía que alivia el espíritu en momentos oscuros. El ritmo de los poemas es pausado, no hay apuro como caminar por un cerro en Canela baja o Guaquen. Lo llamativo de este libro, es que nos sacude y nos hace cuestionar todos los detalles que pasamos por alto. Como ver las bandadas de mirlas en el Parque O’Higgins o que pronto florecerán los jacarandás por el barrio universitario.
“Bella resuena la música del vacío/se escucha más el chillido de los simios azules”. Una cadencia que -siendo optimista- se logra apreciar pese a la traducción.
Esta obra con intención o sin intención del poeta, devela una cultura que a los ojos de un occidental podría ser excéntrica, sin embargo, al leer poema tras poema, te sumerges, te das cuenta que el tiempo es irrelevante para Li Bai que siempre el día alcanza, para descansar a la orilla del rio o beber una jarra vino. Asimismo, el paisaje que está presente en cada uno de los versos es atrayente y genera automáticamente la comparación con los paisajes en Chile: es triste pensar en lo frívolo que se puede llegar a ser con el espacio que nos rodea.
“Aparto las nubes en busca del antiguo sendero/ y apoyado en un tronco escucho el murmurar de la fuente”
Esta obra no necesita explicaciones, solo hay que embriagarse de la calma y la naturaleza que camina dubitativa y fascinada por los montes de una época en que podríamos estar.